miércoles, 26 de septiembre de 2007

Pata Negra

La evolución de los bares de tapas en Sevilla en los últimos años es digna de consideración. No hace mucho que debíamos conformarnos con los consabidos calamares fritos, la ensaladilla, el montadito de lomo y poco más. Cierto es que en el podio de la alta gastronomía en frasco pequeño siempre ha estado el jamón de pata negra, custodiado por el queso manchejo viejo y algún pescaíto frito, que raramente defraudaba.

Pero de un tiempo a esta parte, la especialización está alcanzando cotas insospechadas. Ya no son simples bares, sino templos donde los "gestores del buen paladar" que diría Karlos, nos deleitan y sorprenden con sus creaciones. Y por supuesto, el jamón de pata negra no ha quedado fuera de este fenómeno.

Pero ¿qué innovación cabe con lo que ya es perfecto? Por ejemplo, el estilo del corte. Un buen corte eleva a los altares un jamón normalito, en tanto que un mal corte rompe todo el embrujo del más preciado pedestal porcino. Hay un bar, cuyo nombre omitiré, que ha contratado a diferentes cortadores profesionales para cada etapa del jamón.

Comienza el más acreditado maestro jamonero sevillano, Esteban Paloncha, ganador de cada uno de los certámenes en los que ha participado. Lágrimas de emoción asoman a las caras de las enfervorizadas gentes que se dan cita en este bar cuando Esteban, cuchillo en ristre, se entrega al ritual de la corta de la tapa.

Pero antes o después el jamón languidece y al fin su hueso nos recuerda que nada es eterno. Esteban se rinde a la evidencia. Su magia se ha roto. Es en ese delicado y álgido momento cuando aparece un japonés de Triana, un prodigio del intercambio cultural, una de esas paradojas vivientes, llamado Yoshiro Atakito, y hasta el mismísimo maestro Tejera se arrancaría en un pasodoble imposible que acompañara la salida a hombros del jamonero oriental.

El secreto, nos dice el dueño del bar, es muy simple. Cuando el jamón ya no está "Paloncha", lo corta "A-takito" y todos contentos...

lunes, 24 de septiembre de 2007

De Bodas y Pamelas


De aquí a dos semanas, dos bodas. Los tíos lo tenemos relativamente fácil, con cambiar la camisa y/o la corbata, hemos tirado de fondo de armario. Pero las mujeres... ay las mujeres, qué problemón son dos bodas seguidas, y con invitados "repes", como es el caso.

Para colmo, una de las dos es a mediodía. Y tendrán ellas que llevar pamela, claro. Qué guay, lo de dar besos con las pamelas puestas. Y si es entre ellas ya es para morirse. Haré un montón de fotos de choque de pamelas.

Lo peor es qué hacer con la pamela a partir de la comida. Porque ya por la tarde, no pegan. Y si la cosa se prolonga hasta la noche, por favor qué horror, cómo van a llevar pamela por la noche, eso no es correcto.

Pero he aquí que la marca de sombreros "Komo" ha sacado al mercado unas pamelas biodegradables. Sí, biodegradables. Es más pueden ingerirse sin daño alguno. Ý para colmo, le han dado sabor -ironías del destino- a pomelo. Ea, pamela que sabe a pomelo.

El nombre comercial está a huevo, y la campaña publicitaria también: "Compre ya la nueva Pomela, y olvídese de los problemas. ¿Que qué hago si la boda llega hasta la noche? Pomela-Komo."